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martes, 3 de diciembre de 2013

Día 27 de Noviembre de 2.013

Bueno, pues aquí estamos de nuevo.









Comenzamos la mañanita (fresquita por cierto) visitando la Parroquia de Covadonga de Madrid.



Situada en la calle de Francisco Silvela, número2, de Madrid, en la céntrica plaza de Manuel Becerra, en la confluencia de la calle Alcalá con una de las rondas que sirve de vía rápida en el tránsito del norte al sur de la capital.


La iglesia parroquial de Ntra. Sra. de Covadonga fue diseñada por Joaquín María Fernández y Menéndez-Valdés en 1911, siendo terminada en 1917 porDiego de Orbe Fernández. El templo fue incendiado en 1936 y reconstruido en 1947 con su actual portada. Entre los años 1952 y 1953 se amplió el nártex y fueron levantadas la nueva fachada y la casa parroquial. La ampliación fue acometida por Manuel Muñoz Monasterio


Es de tres naves –la central más ancha- con capillas laterales. Su primer campanario arrancaba de la misma fachada y era de aguja, dando, según aseguraPedro de Répide en su conocido callejero, “un aspecto campesino a la zona”.


En la bóveda del ábside se representan pasajes de la vida de Jesús. Son pinturas de Pedro de Varzi Roa realizadas en 1947, tras la reconstrucción de la iglesia.


En el altar mayor se venera a la Virgen de Covadonga, bajo cuya advocación se halla el templo. Esta imagen procede del histórico convento de San Plácido, situado en la calle del Pez esquina con San Roque, en el centro de Madrid.














Continuamos nuestra marcha hacia el barrio de La Guindalera



La Guindalera


A principios del siglo XIX existía en la zona Este de Madrid una huerta con una extensa plantación de guindos, cuyos frutos se vendían para su conservación en aguardiente, llamada la “Huerta de Don Guindo”, mole con que se conocía al propietario. La guardesa, de nombre Isabel, se hizo famosa en la capital porque surtía de esta fruta para compotas y almíbares a los conventos de monjas. Eso, al menos, es lo que dice la leyenda.


Pasados los años, entre 1860 y 1864, los propietarios de aquellas tierras de labor, condes de Sevilla y Villapadierna, entre otros, se constituyeron en Sociedad con el propósito de construir casas para vivienda, aprovechando el impulso municipal de la ampliación de Madrid conocida como “El Ensanche” o Plan Castro, de 1860.


El terreno fue dividido en pequeñas parcelas para solares, cuya venta osciló entre 0,5, 0,10 y 0,15 céntimos el pie cuadrado. En un principio, facilitaron la edificación regalando algunos solares a los albañiles que participaban en la construcción, para que allí levantaran sus casas.

Se abrió camino de herradura en Diego de León hasta Serrano, que se acababa de urbanizar. El resto del barrio de Salamanca, hasta la actual Francisco Silvela (antes Camino de Ronda) no era más que proyecto, sucediéndose lomas y campos yermos hasta los límites del ensanche. Entre los primeros habitantes de esta barriada, procedentes en su mayoría del noreste de España. se deben recordar los nombres de Juan el Montañés y Carabella la Aragonesa.








En mayo de 1874, la Comisión del Ensanche contestó no haber inconveniente para la solicitud de una “casa-ventorro” en La Guindalera, por la “escasa importancia de la obra y hallarse situada fuera del ensanche”. Siete años más tarde, ya las instrucciones eran tantas que, a propuesta de la Asociación de católicos de la parroquia de San José, se concedió licencia para edificar “una nueva iglesia”, en terrenos cedidos por el conde de Villapadierna.


La inmigración aragonesa en estas tierras debió ser determinante, por cuanto esta primera iglesia construida se puso bajo la advocación de la Virgen del Pilar, inaugurada el 12 de octubre de 1883, y fue levantada por suscripción popular, sobre planos realizados gratuitamente por el arquitecto Juan Bautista Lázaro.


Otras licencias del año 1881 se conceden para nuevas edificaciones en terrenos del mismo conde, de don José Antonio de Balenchana y del conde de Sevilla, estos “en el punto llamado La Calera, que atraviesa la vereda de La Guindalera y está próximo al Canali!lo”. Al año siguiente, es decir, en 1882, ya se habla del “nuevo barrio de La Guindalera” en licencias para hoteles unifamiliares “de recreo”, con jardín, palomar, gallinero y un guarda.


En la Guia de Madrid de Fernández de los Ríos, publicada en 1876, se puede leer que “entre los nuevos Pozos de la Nieve y la carretera de Aragón ha surgido recientemente el arrabal de La Guindalera, el primero que ha empezado arreglando los rasantes y alineaciones de sus calles, y construyendo melódica y acertadamente los ángulos de las manzanas, que son por el sistema de tablero de damas que proponía el señor Castro para el ensanche, pero no siguiendo el orden de aquel proyecto, sino tomando por base de la cuadrícula el lado exterior de la explanada del paso del circuito, por aquella parte concluida. Ocupa una magnífica posición y está llamado a unirse a la barriada de la carretera de Aragón”.


En 1888 La Guindalera contaba con 762 habitantes y estaban ya adjudicadas las calles de Ardemans, Béjar, Cartagena, Francisco Mejía, Eraso, Pilar de Zaragoza, Agustín Duran, Francisco Santos y Martínez Izquierdo. Es el año del incendio del teatro Variedades de Madrid, y la “ejecución de los reos de La Guindalera”. Un año después ocupa la alcaldía don Andrés Mellado.












A finales de siglo ya el barrio de La Guindalera había pasado a denominarse irónicamente Barrio de la Salud- con el hotel-sanatorio “Villa Salud”, constituido principalmente por casas de obreros, que ya en 1897 se habían reunido en Asociación de Propietarios, para pedir servicios públicos, como el alumbrado, el agua corriente, alcantarillado y empedrado de las calles, a lo cual se niega el Ayuntamiento, por ser todavía calles particulares.


En 1909 vuelven a pedir el arreglo definitivo de sus polvorientas calles, “anegadas entonces por las lluvias del invierno”, que hacen dificultoso el tránsito. El Ayuntamiento sigue mostrando su reticencia “ya que son calles del extrarradio y no está obligado a su conservación”, pero autoriza a utilizar el material sobrante de otras obras para compactar el piso.


Carente de estos servicios mínimos, La Guindalera estaba considerado como barrio “poco salubre”, con una mortandad del 24.67 por mil, muy lejos de los datos del centro de la capital. Hay que señalar que en 1893 se contabilizan dos vaquerías en el barrio, una en la calle Béjar y otra en Ardemans. A comienzos del siglo XX, en el plano de 1903, esta barriada finalizaba en la calle Cartagena, estando dedicado el terreno más allá, hasta el Abroñigal, a tejares y huertas, regadas por el agua del “Canalillo”. que atravesaba diametralmente la zona.


La calle Cartagena, principal arteria de comunicación, fue siempre calle comercial, con cines, salas de fiesta y numerosas tiendas y talleres. La calle Juan de la Hoz fue bautizada en 1887 con el nombre de este dramaturgo madrileño del siglo XVII. La de Méjico, antes conocida por Doña Mencía, contaba en 1904 con un servicio de incendios, y en la de Bejar, además de la vaquería, estaba el colegio del Dulce Nombre de Jesús.


Por su mitad pasaba el tranvía desde 1893, uniendo la calle Serrano con la calle Cartagena. La tracción animal de este transporte fue sustituida por motores a vapor en 1904. La primitiva calle de la Maragata fue dedicada en 1887 al capitán madrileño Alonso de Heredia, que se distinguió en la conquista de Guatemala. Un cronista de 1930, al hablar de esta calle, escribe: “Aquí cambia por completo el panorama del barrio. Lo que antes era grandeza y suntuosidad, ahora es pobreza y algo de miseria, calles sucias, casuchas bajas y malolientes, mujeres desgreñadas. Aquí hacía falta un retoque de cultura y algunas escuelas”.


Por estos parajes debían vivir los randas de los que Pío Baroja, en La busca, decía que “hoy se ven en los Cuatro Caminos; a los tres días en el Puente de Vallecas o en La Guindalera”. Son páginas literarias, pero reflejo, sin duda, de una condición social y de una “crónica negra” que comienza en 1888, con la ejecución de los tres reos de La Guindalera (dos hombres y una mujer) ejecutados en la Cárcel Modelo y mencionados por Baroja en sus Memorias.


El nombre del periodista madrileño, historiador y académico, Ferrer del Río. fallecido en 1872, fue el escogido por el Ayuntamiento para sustituir al de la antigua calle Gonzalo de Las Casas, una de las más populares. En uno de los hotelitos de esta calle falleció en 1910 el poeta y comediógrafo Felipe Pérez y González, autor del libreto de la zarzuela La Gran Vía. Hoy se levanta en ella la iglesia de San Cayetano, de padres teatinos.











La calle Jerónima fue rotulada por las mismas fechas con el nombre de José Picón, arquitecto y autor teatral madrileño, que murió en 1873. La calle Azcona, antes de la Compañía, debe su nombre al sainetero madrileño Agustín Azcona, que falleció en 1860, dejando incompleta una Historia de la villa de Madrid, que no pudo completar por haberse quedado ciego. En esta calle, lindando con el Parque de las Avenidas, se construyó en 1946 una Escuela de Capacitación Social que, en 1970, recibió el nombre de su fundador, Francisco Aguilar y Paz, pasando posteriormente a depender del Ministerio de Trabajo, como escuela sindical, dedicada al político socialista y Presidente de las Cortes durante la II República. Julián Besteiro.


La calle de Doña Margarita, que iba desde Francisco Megía hasta el Abroñigal. por sendero terrizo, fue dedicada en 1903 al primer obispo de la diócesis Madrid-Alcalá, Narciso Martínez Izquierdo.


Paralelas a Cartagena fueron formándose las calles Iriarte (poeta del siglo XVIII) que sustituyó al nombre de Reus; Andrés Tamayo (medico de Felipe IV) antes de Doña Milagros; Pilar de Zaragoza, con la mencionada parroquia, que fue incendiada en 1936.


La nueva parroquia del Pilar fue construida en la calle Juan Bravo después de la Guerra Civil. Los servicios católicos se ofrecen hoy en las capillas de San Cayetano y Nuestra Señora del Henar.


Siguen a continuación las calles de Agustín Durán, bibliógrafo madrileño del siglo XIX. y de Teodoro Ardemans, arquitecto madrileño del siglo XVIII, autor de las Ordenanzas de Madrid.










En 1915, el antiguo Paseo de Ronda, pasó a llamarse de Francisco Silvela, conocido político que fue Presidente del Consejo de Ministros. En este año se terminaron de urbanizar las Rondas. aunque quedaron terrizas, sin empedrar ni asfaltar durante muchos años. En la acera de La Guindalera aún se conserva el hermoso palacete de la marquesa de Larios, finca denominada “La Trinidad”, propiedad del Estado, que lo ha destinado a las Relaciones Internacionales. En el aspecto político, hay que destacar, en consonancia con los vecinos de esta barriada, que en el año de 1934 se constituyó aquí, en la calle Marqués de Ahumada 76, el “Ateneo Libertario de las barriadas de Guindalera y Prosperidad”.









Y nuestra caminata nos lleva a


Ventas


A la izquierda de la carretera de Aragón, desde la Puerta de Alcalá, todo era tierra yerma en los planos del siglo XVII. Pero ya en el nomenclátor de 1860, cuando se inicia el ensanche, se incluyen en esta zona, alejada de Madrid, como entidades urbanas, doscientos caseríos, que se pueden agrupar en tres barriadas: “Casas de la carretera de Aragón”, “Casas junto a la Plaza de Toros” y “Ventorrillos del Abroñigal”. En la primera, a finales del siglo XIX, y cercana a la Puerta de Alcalá, todavía se mantenía en pie el “Parador de San José”, que sería destruido para abrir paso a la nueva calle de Velázquez. Poco más arriba, a la altura de la hoy calle Príncipe de Vergara, había otros dos paradores, el de Sala, y enfrente el de Muñoz, como se puede apreciar en el plano de 1898.


En 1863. en el plano correspondiente a la primera división de Romanones, no aparece La Guindalera, ni el Barrio de Ventas, sino que todo se engloba en el Barrio de la Plaza de Toros, que comprendía “desde la Puerta de Santa Bárbara y Caminos de la Fuente Castellana y Chamartín, hasta Puerta de Alcalá y Camino Viejo de Vicálvaro”. Una extensión desmesurada que denota el ningún interés municipal por esos yermos paredaños con el Abroñigal. Aunque el nombre ya existía de antiguo, aún no había nacido el núcleo urbano de La Guindalera, que sí aparece en el nomenclátor de 1888 con dos barriadas: “La Guindalera” y “Las Ventas del Espíritu Santo”.









En el plano de 1867 aparecían tímidamente unas pequeñas parcelas construidas en el cruce del Puente de Ventas, y en el de 1875, con algunas más, figuraba ya el nombre de “Venta del Espíritu Santo”, perteneciente todavía al Barrio de la Plaza de Toros (no la actual, sino la antigua, que estaba a comienzos de la calle Alcalá), lindando al norte con el Barrio de La Guindalera, según confirma el plano de 1883. Años después, el plano de 1898 muestra, al este de Madrid, tres barrios de gran extensión y escasas edificaciones, que son, de norte a sur: Prosperidad, Guindalera y Plaza de Toros.


Las Ventas, en cambio, es el nombre que recibe lo edificado a la derecha del puente y al otro lado del Abroñigal que, con el tiempo, figuraría como propio, olvidando sus modestos comienzos del sur de La Guindalera. Porque, si hay algún barrio desdibujado en la capital de España es, sin duda, el de Ventas, cuyos límites siempre han sido imprecisos. Su centro geográfico es el puente del mismo nombre que, cruzando el arroyo del Abroñigal, permitía la entrada y salida de Madrid por la carretera de Aragón, trazando un circulo a su alrededor, obtendríamos el conjunto del caserío que, a comienzos del siglo XX, era conocida como la “barriada de las cuarto esquinas”.


Una de ellas entra dentro del espacio del “Barrio 44″, que incluye la actual Plaza de Toros y su entorno. Apenas una esquina, entre la calle de Alcalá y la M- 30, zona de tránsito pero también de jolgorio para estudiantes y jóvenes de la bohemia, soldados y chulaponas que consumían grandes cantidades de alcohol en los paradores, ventas, posadas o merenderos que jalonaban la calle Alcalá hasta más allá del Puente de Ventas. Lugar populachero y poco atrayente para gustos exquisitos, como insinúa un cronista de la época: “Ciertamente es menester mucho deseo de divertirse para pasar la tarde en las Ventas que, en vez del Espíritu Santo, deberían llamarse del Espíritu del Vino”. Rodeado de huertas y tejares, “en los alrededores de la barriada, como comenta Pío Saroja. había grandes hoyos con pilas de ladrillos, listaban ardiendo los hornos; salía de ellos un humo espeso de estiércol quemado que, rasando la tierra, verde por los campos de sembradura, se esparcía en el aire y lo dejaba irrespirable”. Si a estos olores unimos los del maloliente Abroñigal, los vapores que emanaban de los ventorrillos y el polvo levantado por los continuos cortejos fúnebres que por allí pasaban camino del cementerio, podemos hacernos una idea de lo que el nombre de Las Ventas sugería a los madrileños de tiempos de Isabel II, de su hijo Alfonso XII y de su nieto Alfonso XIII.








No obstante, la del Espíritu Santo debió ser a comienzos del siglo XVIII la venta o posada de mayores comodidades, puesto que en 1725 se aposentaron en ella el rey Felipe V y la reina Isabel de Farnesio. Con el tiempo, fue degradándose el negocio, hasta desaparecer en 1750. Pero fue reconstruida en 1772, en el mismo lugar, dentro de una finca de cinco fanegas, para pasajeros, arrieros y carruajes de ‘”aquel camino real” por donde entraban o salían los viajeros que transitaban por la carretera de Madrid a Cataluña, pero dejando de ser venta para convertirse en parador.


Se conserva el plano, de mano del arquitecto Manuel Machuca Vargas, académico de mérito de la Academia de Bellas Artes, discípulo de Ventura Rodríguez. La traza del nuevo Espíritu Santo era de dos grandes patios separados por las caballerizas. A ambos lados de la fachada principal, zaguán y primer patio, se distribuyeron numerosas habitaciones y oirás dependencias, cocinas, comedores, y tiendas de vino y comestibles. Había cocinas comunes y particulares, granero y pajar, con escaleras para el sótano y para el segundo piso o “cuartos altos”. Al fondo, en el segundo patio, más caballerizas y cobertizos para carruajes. Y algo tan imprescindible como pozos y pilas de agua.


Las condiciones impuestas por el Ayuntamiento fueron estrictas: no podría darse posada a nadie que no fuera forastero, no se permitiría ninguna clase de contrabando, y se llevaría cuenta detallada de los comestibles vendidos, a fin de pagar los impuestos correspondientes, “con absoluta prohibición de vender vino por menor ni mayor, no siendo a los pasajeros”.


En 1792 la venta del Espíritu Santo estaba arrendada a Juan de Vallcorba por 50.000 reales anuales, lo que supone un gran rendimiento hotelero por la concurrencia de clientes. Así continuó hasta bien entrado el siglo XX.


Por los años en que estaban construyéndose los primeros holelitos unifamiliares de La Guindalera, allá por 1876, una compañía constructora, “La Peninsular”, edificó, a orillas del arroyo, a la izquierda del Puente, una pequeña colonia de casitas, hoy desaparecidas. En el plano de 1903 se puede apreciar la ubicación de estas viviendas, con una sola calle, la de Pignatelli, de corta vida, posiblemente por las desagradables emanaciones del Abroñigal, sin curso de agua la mayor parte del año”.


Siguiendo el curso del arroyo, no había más que huertas, que limitaban al oeste con el canalillo o acequia de riego que se internaba por el barrio de Prosperidad. El plano de 1916 divide claramenie el espacio, a uno y otro lado del Abroñigal. A la derecha los barrios de San Pascual, La Concepción, Vista Alegre y Ventas del Espiritu Santo. A la izquierda Prosperidad, Guindalera y Madrid Moderno, nombre éste que engloba también Ia antigua zona de los ventorrillos cercanos al puente.


La situación cambió de forma radical con el traslado, en 1929, de la antigua Plaza de Toros, a la localización actual, obligando a urbanizar todo el sector. Desaparecieron ventas y merenderos, y los aledaños de la nueva Plaza se convirtieron en lugar de encuentro para los aficionados a la Fiesta de Toros. La calle de Alcalá, entonces carretera de Aragón, seguía siendo transitada por los viajeros que entraban en Madrid, y que debían pagar por sus mercancías en el Fielato instalado en la Plaza de Ia Alegría (hoy Manuel Becerra).


Cambiaron las costumbres y los usos, pero el nombre de Las Ventas, aunque en un gran porcentaje ocupara la parte opuesta del Abroñigal, siguió estando unido al puente y a la Fiesta, siendo uno de los nombres más populares de Madrid, universalmente conocido como cátedra del arte taurino.La Plaza de Toros de las Ventas, con un aforo de 23.000 personas, de estilo neomudéjar. obligó a rebajar el altozano que colindaba con el Madrid Moderno y a derribar ventas, merenderos y casitas bajas de la carretera de Aragón.


Consecuencia de esta transformación fue la edificación de una pequeña “Colonia de los carteros”, al final de la calle Martínez Izquierdo, en lo que antes estaba ocupado por una de las más amplias huertas de la zona, la “Huerta del Catalán”. La iniciativa había partido de la Sociedad Cooperativa de Casas Baratas para carteros, creada a raíz de la ley de casas baratas, de 10 de diciembre de 1921. Dos años después, la Sociedad pedía licencia para habitar las primeras viviendas, obra del arquitecto Enrique Martí. En total se construyeron ciento veinte viviendas unifamiliares, en hileras cuadriculadas rodeadas de un pequeño jardín.


Durante la República, sus calles fueron pavimentadas y alumbradas con farolas de gas. Los carteros insistieron en la necesidad de contar con transporte público, alegando que “se trata de una barriada numerosa, habitada por funcionarios modestos, que se ven obligados a recorrer largas distancias, sin verdaderos medios de comunicación”.


La propuesta de la Sociedad para rotular sus calles, en 1931, está claramente influida por las aspiraciones republicanas. Así, proponen al Ayuntamiento los nombres de “Máxima Belleza”, “Máxima Bondad”, “Máxima Libertad” y “Máxima Justicia” que, suprimido el adjetivo, quedaron reducidas a Belleza, Libertad, Bondad y Belleza, como conservan en la actualidad. Con todo, son las rotulaciones más poéticas que se pueden encontrar en el callejero madrileño. Otra calle quedó reservada para el “Doctor Thebusen”, seudónimo del andaluz Mariano Pardo de Figueroa, fallecido en 1918, “cartero honorario de Madrid”.


Esta modesta colonia de villas unifamiliares está siendo ahogada en la actualidad por bloques de viviendas y el Hotel Parque de las Avenidas, que se han levantado a su alrededor, pero aún mantiene su independencia y sosiego, en medio del bullicio, entre las calles Martínez Izquierdo y Brescia, con porches sombreados por arbustos y parrales, que dan colorido y vida a esta pequeña ciudad-jardín, milagro de supervivencia entre el asfalto y el cemento.


Entre 1939 y 1954 la política de apoyo a la construcción favoreció la iniciativa privada, pero son también años de fiebre constructora oficial. A ello se dedican la Obra Sindical del Hogar y los Patronatos de organismos ministeriales, ayuntamientos y centros oficiales. Al fin, ante el acuciante problema de la falta de viviendas, la ley del 14 de mayo de 1954 establece las viviendas “de tipo social”, con la limitación de cincuenta metros cuadrados, y la del 15 de julio del mismo año, que crea las de “renta limitada”, ordenada a incorporar la iniciativa privada al quehacer inmobiliario de carácter social. A esta última ley corresponde la construcción, por la Caja de Ahorros de Madrid, de otra colonia obrera entre Martínez Izquierdo y la Plaza de Toros, cuyas calles reciben los nombres de políticos del momento, como conde de EIda y Alberto Martín Artajo, acogidas en el Instituto Nacional de la Vivienda por ley de 1954.


Por último, tras el pinar de la Plaza de Toros, y como continuación de la Avenida de los Toreros, se levantan en estos mismos años unos bloques de pisos que completan la fisonomía actual de la zona. En ese mismo lugar y aledaños se alzaba antes una modestísima urbanización llamada “Colonia Circular”, vulgarmente conocida como las “Casitas de papel”, en memoria de una canción de la posguerra y por su escása consistencia, que las convirtió en ruinas al poco tiempo.


La calle de Julio Camba, que baja hasta Alcalá bordeando la Plaza de Toros, separando ésta del Madrid Moderno recibió este nombre en 1964, en honor del escritor humorista, fallecido dos años antes.










Y al Museo










La información aquí reseñada proviene de la Asamblea Popular de La Guindalera

 Y de aquí nos fuimos a ver la zona en la que estaba situada la Carcel de Mujeres, la que fué destruida y en su lugar se levantaron edificios de viviendas.





2 comentarios:

  1. hola estuvo muy bien la visita aunque un poco fresquita eres un artista a ver si te llega el comentario

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    1. Gracias guapa, me ha llegado bien el comentario.

      Besos

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